Thursday, January 18, 2007

Sangre

Sangre. Un corazón en su mano. Un pecho vacío, vaciado. Y luego, la alegoría a la herida y el tratamiento de la carne abierta. Tenía que cerrarla para no contaminar el delicado hogar de los latidos extraídos. Le tomo días enteros, marcados por las puntadas lentas y temblorosas. Como le dolía suturar y aguantar simultáneamente el peso de la ausencia. Luego se tocaba con cuidado la abertura para comprobar la pulcritud del cierre que debía conservar el interior puro, sin deformarse, para que cuando fuese abierto para reinstalar el objeto palpitante este hiciera la melodía minuciosamente compuesta para el asesino. El tacto temeroso de mujer acariciaba la marca, demandante sobre el pecho. Y ella esperaba por la sangre y el sujeto que con su encanto sostenido en la eternidad le extirpo el corazón.

1 comentarios:

maria paula said...

el avertiginoso correr de los dias deja ver la cicatriz en ese corazon; cicatriz dejada por un ser que se cree superior, un ser llamado quien sabe por quien, amor. Con su instintiva superioridad y su caprichosa necesidad de meterse en cada desolado ricon de este alma, el pobre corazon intenta levantarse de las cenizas y procura invitar a su amo a que se una de nuevo, a una carrera demente en busca de su propio enemigo.

 
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